Los orígenes se remontan a tradiciones paganas. “Está
vinculada a un rito de fertilidad”. Se celebraba la
fertilidad de las tierras por el principio del fin del invierno y se
paseaban por las calles con antorchas. En el siglo V, el papa Gelasio I
lo convirtió en una fiesta católica, que celebraba también el día en el
que Jesús fue presentado en el templo, por lo que la celebración cambió
las antorchas por velas con un destino final: la iglesia.
Supuestamente, Gelasio I mandó repartir galettes o crepes saladas a la
entrada de Roma a todos los peregrinos que llegaban hasta allí el 2 de
febrero. En la tradición pagana, tiene un sentido más práctico: se usaba el trigo sobrante antes de las nuevas cosechas. Y su forma, circular, era un homenaje al esperado y ansiado sol: una celebración de los días más largos. La tradición francesa de comer crêpes en este día se remonta varios
siglos atrás, cuando los campesinos comenzaron a hacerlo ya que pensaban
que de esta manera se aseguraban una buena cosecha de trigo para el año
siguiente.